Todavía resonaban en su cabeza las palabras de Mari Cielo: “No me dejes Angel, por favor, no te vayas”. No le había quedado más remedio que viajar a Paraíso. ¡Le habían hablado tan bien de ese lugar! Había cogido las maletas, las había metido en el coche y había conducido durante todo el día.
Una vez en Paraíso, se instaló en la casa que le habían buscado en el trabajo: tenía chimenea, algunos libros (con el tiempo él se encargaría de tener más), un buen equipo de música y muebles confortables.
Al día siguiente se incorporó a su nueva oficina. Había conseguido el puesto que tanto había anhelado. Parecía estar satisfecho, pero conforme pasaban los días, se daba cuenta de que había un hueco que era incapaz de llenar.
Al cabo de un tiempo, reunió alrededor de la chimenea de su casa, a los pocos amigos que había hecho en Paraíso y les dijo: “Estoy muy a gusto en esta ciudad, pero me tengo que volver a Báratro, porque por las mañanas cuando me despierto, no puedo ver a Mari Cielo, como antes me ocurría nada más abrir los ojos, y eso es algo que no puedo superar”.
Mercedes Prieto
2 comentarios:
Estupendo, Mercedes me encanta encontrarte en el blogs y ver que se va animando... que sigamos adelante...
Hoy se me ha ocurrido volver a pinchar aquí y me encuentro con la grata sorpresa de que habéis relanzado el blog. Muy bien. Además me encuentro con Mercedes. Mejor. Os sigo desde ahora. ¡A producir!
Aberto
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