Vivero de Relatos

Porque nos gustan las cortinas de humo, las mentiras piadosas, y las verdades a medias que esconde la literatura.

2º NÚMERO ESPECIAL DEDICADO AL AUTISMO EN LA REVISTA ESF

"En Sentido Figurado" prepara su segunda edición especial dedicada al autismo. Podéis enviar vuestros relatos (de una extensión adecuada al medio de que se trata, Internet), hasta el 10 de abril de 2010. El primer lunes de mayo la revista verá la luz.

Coordina Anabel Conargo y a su dirección podéis enviar los trabajos:
fiestalemana@web.de

CENIZA DE AZUFRE Y DE GAVIOTAS CENIZA DE AZUFRE Y DE GAVIOTAS


CENIZA DE AZUFRE Y DE GAVIOTAS
(Isabel Humbert)

Ceniza de azufre y de gaviotas. Ese fue su retorno, lo único que le quedó de las risas de los años anteriores.
Juan, como todas las tardes sin lluvia, había estado jugando a la guerra, con sus amigos, por el malecón de Fuenterrabía, porque para él la guerra era un juego, o una de esas películas que veía los domingos en el cine “Regio”, sentado con los muchachos en las filas del final. Las guerras de sus películas eran antiguas y vestían, a veces, pelucas y galones, y corrían, a veces, en cuadrigas y disparaban pistolas con ruido de desierto. Algunas se cubrían con cascos de camuflaje. Y en todas había una chica de rizos ondulados y roja sonrisa con la que soñar.
En sus juegos estaba la chica y él era el capitán y mataba a los malos después de haber agonizado lentamente sin llegar a morir porque acudían a tiempo los refuerzos y alguien le sacaba la bala del pecho sin que él, valiente, emitiera un solo quejido. Luego la chica le pasaba un pañuelo por la frente y le miraba con arrobo.
Esta vez le habían felicitado todos por su heroicidad y la chica incluso se había atrevido a darle un beso tímido. Pero al volver a casa le arrastró la explosión que no entendía. Le atrapó el olor a humo. Los gritos. Y todo fue ceniza de azufre. Pánico. Sangre. Gaviotas que seguían hablándole del mar, ajenas a todo. Y sus piernas sin vida. Y la chica no estaba.
Ahora su pueblo se llama Hondarribia. Le parece más auténtico. Y él se llama Jon. Casi treinta años después, sus piernas siguen inermes y no le gustan las películas de guerra que ponen por la televisión: demasiados efectos especiales, demasiada rapidez.

NUESTRA CENA DE FIN DE AÑO











OTROS MOMENTOS DE VIVERO EN VIVO II





LECTURA EN EL BAR PAIFF





EL FIN DEL MUNDO - Marina Siri


Cuando niña, la temible idea del fin del mundo solía alimentar mi fantasía, quizá magnificada por los relatos apocalípticos y los temores desencadenados desde siglos de religioso atavismo. De vez en cuando, algún suceso ocasional inspiraba a más de un notorio “bocaza” de la radio y la predicción se desparramaba. El rumor avanzaba, tímido primero, hasta alcanzar una presencia que hacía dudar hasta a los más necios. “¡El 8 de diciembre será el fin del mundo!”, se anunciaba, y uno lo vivía con una suerte de mágica y fatal expectativa, aunque en el fondo, el descreimiento militaba en la conciencia de todos. Nadie dejaba de hacer y deshacer, algunos incluso se aprestaban a esperar el día con algún festejo, en una suerte de conjuro contra la funesta idea; y unos pocos, poquísimos, daban crédito a las versiones, refugiándose en rezos y ceremonias o enfundándose en la expiación de sus culpas terrenales. Mi memoria vuela hacia la luminosa mañana de uno de esas disparatadas jornadas de “fin del mundo”, un domingo estival en el que viajábamos en caravana hacia nuestro habitual picnic a las orillas del arroyo Mártires. Nada parecía más alejado que la loca predicción bíblica, y la sensación de aventajar a la amenaza, hacía más leve mi ánimo, y arrogante mi victoria sobre el posible horror. A los ocho años, no comprendía cabalmente porqué no era más grande mi pavura ante estos augurios. Quizá fuera que el mundo no había adquirido aún el desquicio de cuarenta años más tarde, y la posibilidad de un estallido global era más lejana que la utopía libertaria que comenzaba a encenderse. Desde hace un tiempo despertamos con la despojada certeza de que está allí, en el horizonte; “el fin del mundo” al alcance de la mano, por fin tan fatídicamente próximo y previsible.

Paraiso


Todavía resonaban en su cabeza las palabras de Mari Cielo: “No me dejes Angel, por favor, no te vayas”. No le había quedado más remedio que viajar a Paraíso. ¡Le habían hablado tan bien de ese lugar! Había cogido las maletas, las había metido en el coche y había conducido durante todo el día.

Una vez en Paraíso, se instaló en la casa que le habían buscado en el trabajo: tenía chimenea, algunos libros (con el tiempo él se encargaría de tener más), un buen equipo de música y muebles confortables.

Al día siguiente se incorporó a su nueva oficina. Había conseguido el puesto que tanto había anhelado. Parecía estar satisfecho, pero conforme pasaban los días, se daba cuenta de que había un hueco que era incapaz de llenar.

Al cabo de un tiempo, reunió alrededor de la chimenea de su casa, a los pocos amigos que había hecho en Paraíso y les dijo: “Estoy muy a gusto en esta ciudad, pero me tengo que volver a Báratro, porque por las mañanas cuando me despierto, no puedo ver a Mari Cielo, como antes me ocurría nada más abrir los ojos, y eso es algo que no puedo superar”.


Mercedes Prieto

¿QUIÉNES SOMOS?

Aunque la sopa de letras es un plato gustoso nosotros nos organizamos alfabéticamente:

José Cruz Cabrerizo
Conchi Fernández Cueto
Teresa Flores
María Jesús Garrido Basterrechea
Isabel Humbert
Jaime Martín
Alfonso Martínez Baztán
José Manuel Motos
Paula Orellana
Mercedes Prieto Jaén
Marina Siri

Datos personales

Mi foto
Nace en el año 2002, como consecuencia de un taller de relato breve promovido por la Facultad de Letras de Granada, e impartido por A. Neuman. Este taller fue para un gran número de participantes una auténtica experiencia, literaria y personal, y a su término se formó un grupo, que poco después se constituyó en Asociación Literaria, y que desde entonces se reúne cada dos semanas en El Centro de Lenguas Modernas de la Universidad de Granada, con la idea de leer, comentar y discutir sus propios relatos y los de autores consagrados.